OBESIDAD: LA EPIDEMIA DEL SIGLO XXI

¿Si supieras que tu hijo tiene un 73% de sufrir una enfermedad mortal no haríais cualquier cosa posible para evitarlo? Entonces, ¿por qué no lo hacemos? La obesidad es una enfermedad aceptada por la OMS como tal, y cada vez es más frecuente, tanto en niños como en adultos y esto es algo grave que hay que parar. ¿Si no les dejamos beber alcohol, por qué permitimos e incluso ayudamos a que sufran obesidad?

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La obesidad es una enfermedad de inflamación subclínica (que no presenta síntomas) de manera crónica en su tejido adiposo cada vez más frecuente en nuestra población y, por desgracia, cada vez en personas más jóvenes. Está relacionada con más de cincuenta enfermedades distintas, desde la apnea del sueño hasta el cáncer pasando por enfermedad cardíaca, diabetes, reflujo esofágico, hipertensión, artrosis, artritis reumatoide, enfermedades autoinmunes, etc, y nosotros no hacemos nada por evitarlo. Es muy importante llevar a cabo un abordaje médico directo, y está claro que no siempre va a ser fácil.

El 90% de las personas que sufren obesidad es debido a que toman un mayor aporte energético del que necesitan, es decir, comen mucho más de lo que gastan. Nuestro cuerpo, diseñado desde los tiempos de Mari Castañas, está preparado para almacenar todas las sobras. Es un mecanismo de supervivencia, ya que antes podías pasarte días e incluso semanas sin probar bocado, por lo que nuestro cuerpo almacena todo lo que no gastamos en nuestras queridas mollas, que no son ni más ni menos que capas de tejido adiposo (formado por unas células llamadas adipocitos que son como los sacos que almacenan la grasa sobrante). Podemos tener dos tipos distintos de obesidad dependiendo de cómo esté formado por nuestro tejido adiposo:

-Obesidad hipertrófica: Tenemos pocos adipocitos pero muy grandes. Este tipo de obesidad se da en adultos, donde ya han dejado de crecer y no tienen la misma capacidad para crear nuevas células.

 -Obesidad hiperplástica: Tenemos muchos adipocitos pero pequeños. Se da en niños en crecimiento, donde su cuerpo tiene la capacidad para crear nuevas células.

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Los niños con este tipo de obesidad van a tener más difícil el adelgazar cuando sean mayores que las personas que se han convertido en obesas una vez que han sido adultas, porque van a tener un gran número de adipocitos deseando rellenarse de grasas, mientras que los adultos tienen menos adipocitos por lo que captan menos grasa. Y, por desgracia, estos adipocitos pueden vivir hasta veinte años o más, así que los que creamos de niños los mantenemos prácticamente toda la vida.

Y esto, lectores y lectoras, es un verdadero problema. Estos niños van a comenzar a sufrir desde muy jóvenes enfermedades de personas mayores, tales como hipercolestoremia, diabetes tipo II, artritis, desviaciones de columna, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Y no sólo para estos niños, también para los adultos, ya que la obesidad, como he mencionado anteriormente, está relacionada con más de cincuenta enfermedades distintas. La propia obesidad es la que bloquea a los receptores de la insulina y nos hace sufrir diabetes tipo II, la que nos provoca hipertensión, artrosis, dolores de espalda, etcétera. Estos principales síntomas son los conocidos como el cuarteto de la muerte (obesidad, diabetes, hipertensión e hiperlipemia) porque la mayoría de las personas que han sufre una enfermedad cardiovascular y  han muerto sufrían previamente de estas cuatro enfermedades potenciadas por la obesidad.

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Ahora que hemos entendido qué es la obesidad y todos los problemas que puede traernos, incluido la muerte (sobre todo unido a otros factores como alcóholicos o fumadores), es importante que pongamos remedio de una manera sana y eficiente. Y tú, ¿vas a seguir dañando a tu cuerpo o vas a tratar de mejorar tu salud?

TENER MEMORIA ¿DE PEZ?

Todos hemos dicho alguna vez «tienes una memoria de pez», refiriendonos a alguien que es incapaz de recordar que comió este mediodía, donde dejó las llaves o de reproducir una conversación mantenida minutos antes. Lo comparamos con la memoria de esos animales, los peces. Parecen tan inofensivos, tan tontos, caen ennuestras cañas uno detrás de otro, se enrredan en nuestras redes y los ves nadando por tu pecera sin rumbo fijo como si eso les divertiera. Pero, ¿y si tener memoria de pez fuera un halago? ¿y si resultase que los peces son capaces de memorizar, de aprender? ¿y si no fueran tan tontos como aparentan? Pues parece ser, según recientes estudios, que los peces no tienen tanta «memoria de pez».

Algunos investigadores como Lynne Sneddon han realizado experimentos con peces para ver si la afirmación «tener memoria de pez» era correcta o no. Para comprobarlo, sometieron a  truchas arcoiris a una serie de pruebas. Colocaron a una trucha en un laberinto, y mediante una luz roja le iban indicando el camino correcto para llegar a la salida. Después de repetir este proceso X veces, dejaron de iluminar todo el camino con la luz roja. Ahora, la luz iba parpadeando cada X tiempo, mostrándole el mismo camino. Una vez repetido este proceso una serie de veces, se colocó al pez en el laberinto sin ningún factor indicador del recorrido correcto, y , sorprendentemente, la trucha fue capaz de resolver el laberinto sola. Pero no fue este el único descubrimiento. También descubrieron que cada pez tiene una personalidad distinta según su aprendizaje, memorización de las experiencias vividas o el grado de asimilación. Así, se comprobó, que una trucha que salía victoriosa en varios enfrentamientos con otras truchas, se volvía más arrogante y temerosa que otras que solían salir perdedoras, las cuales se volvían más precavidas y temerosas, lo que demuestra que las truchas son capaces de memorizar experiencias y aprender de ellas.

Obviamente no podemos generalizar que todos los peces memorizan de igual manera, ni siquiera podemos estar seguros de que todos los peces tengan la capacidad de memorizar,  sólo se ha experimentado con una parte de la infinidad de especies que existen. Aún queda un largo camino por recorrer y muchas incógnitas por resolver.

LA HOMOSEXUALIDAD Y SU EXPLICACIÓN BIOLÓGICA

Un post sobre las razones de la homosexualidad puede resultarle a muchos un tanto absurdo, y dado que ponerse en la piel de un homosexual puede resultar un tanto difícil, imagínese que usted tiene un hijo homosexual. Si usted supiera que su hijo al nacer iba a estar marcado y obligado a sufrir las críticas ajenas por su diferente orientación sexual, ¿no pensaría de otro modo? Entonces este post sí resultaría curioso. Imagínese ahora poder conocer los motivos de la homosexualidad de su hijo, ¿no le gustaría poder contárselas a todo el mundo para que comprendieran la naturaleza de su hijo y que así él pudiera vivir sin la discriminación a la que los homosexuales son sometidos? Seguramente sí, y aún más si la homosexualidad tiene unas bases biológicas bien asentadas como recientes estudios están demostrando.

El Dr. LeVay es un neurocientíco que ha estudiado y demostrado que existen diferencias en la estructura del cerebro de personas homosexuales y de personas heterosexuales. Este científico comenzó estudiando las diferencias de la estructura del cerebro de un hombre y de una mujer, pero sin tener en cuenta su orientación sexual. Encontraron que en el hipotálamo se encuentra una estructura llamada INAH3 que es generalmente más grande en el hombre que en la mujer. Se sabe, por experimentos con animales, que esta región está involucrada en la regulación del comportamiento sexual. Fue entonces cuando LeVay decidió tener en cuenta no sólo si existían diferencias entre el cerebro de un hombre y una mujer, sino también entre personas del mismo sexo con diferente orientación sexual. Lo que LeVay encontró fue que el INAH3 era más pequeño en hombres homosexuales que en los heterosexuales, muy parecida al INAH3 de las mujeres, y, por el contrario, en mujeres homosexuales en INAH3 era más grande que en mujeres heterosexuales, muy parecidas al de los hombres heterosexuales.

Pero no sólo LeVay ha reportado pruebas sobre las diferencias estructurales de los cerebros de homosexuales y heterosexuales. Una reciente investigación en el Karolinska Institute encontró, además de la diferencencia del tamaño del INAH3, que existe una diferencia entre los hemisferios cerebrales del hombre y de la mujer. Los hombres tienden a tener el hemisferio derecho un poco más grande que el izquierdo, y por el contrario, las mujeres tienen prácticamente los dos hemisferios del mismo tamaño. Lo más interesante, es que cuando se investigó con homosexuales se vio que los hombres homosexuales tienden a tener hemisferios más simétricos, como las mujeres heterosexuales; y que las mujeres homosexuales tienden a tener el hemisferio derecho más grande que el izquierdo, como los hombres heterosexuales. Esto concuerda con la idea cada vez más aceptada de que algunos aspectos de la biología de las personas homosexuales se parecen mucho a los que se encuentran en el sexo opuesto. Pero, ¿por qué estas diferencias en la estructura del cerebro?

Se sospecha que la causa de esta diferencia se encuentra en el diferente desarrollo del feto homosexual. La teoría más importante se conoce como la hipótesis del balance hormonal antes del nacimiento, que defiende que los distintos niveles de hormonas influyen de una manera u otra en el desarrollo de la estructura cerebral y, por tanto, en la orientación sexual del feto. Para comprobar esta hipótesis se han hecho experimentos con ratas en las que se han alterado los niveles hormonales normales de un feto, y se ha comprobado, que, al variar estos, las ratas tienen comportamientos homosexuales, por lo que se puede decir que un feto masculino con niveles bajos de testosterona en vez de con niveles altos, como debería de ser, harían que ese feto desarrollase una estructura cerebral más parecida a la de una mujer heterosexual y, por tanto, un comportamiento homosexual. De igual manera, fetos femeninos con altos niveles de testosterona en vez de con los habituales niveles bajos, harían que el desarrollo cerebral de la mujer se pareciese más al de un hombre heterosexual y, por tanto, desarrollaría un comportamiento homosexual. También hay que tener en cuenta la influencia genética, no afectará de igual manera un mismo nivel de hormonas a dos fetos diferentes, dependiendo de su genética a uno le puede afectar más y a otro menos, por lo que también depende de la genética de cada feto que esas hormonas afecten más o menos drásticamente en su desarrollo cerebral.

Resumiendo, podríamos decir que las personas homosexuales presentan una serie de diferencias en la estructura de su cerebro. Estas estructuras son más parecidas a las estructuras del sexo opuesto en vez de a las estructuras de su propio sexo. La causa de esta diferencia podría encontrarse en el distinto nivel de hormonas existentes en el desarrollo de un feto homosexual y en el de un feto heterosexual. Pero no sólo hay que tener en cuenta el nivel de hormonas existentes durante el desarrollo del feto, sino que también hay que tener en cuenta la genética, ya que los genes de un feto pueden hacer que estos distintos niveles de hormonas afecten o no en su desarrollo.

EL SÍNDROME DE CAPGRAS

Una día, Ramachandran tuvo la oportunidad de conocer un curioso caso. Arthur, hombre de treinta años con un comportamiento tímido y casi infantil,  creía que sus padres no eran sus verdaderos padres, sino que eran impostores. Arthur había sufrido un accidente de automóvil que casi le costó la vida cuando era estudiante. Su cabeza se había estrellado contra el parabrisas con tanta fuerza que quedó en coma durante semanas, pero, cuando por fin salió del coma y comenzó una terapia de intensiva rehabilitación, comenzó a recuperar el habla, andar, recordar el pasado… En definitiva, se podría decir que recuperó la normalidad, solamente le quedaba un desvarío, y era que creía que sus padres no eran sus verdaderos padres, sino impostores que se hacían pasar por ellos. Sin embargo, cuando Arthur hablaba con sus padres por teléfono, no les trataba como a unos impostores, sino que los reconocía. Esto quería decir que Arthur no sufría amnesia, además, reconocía a todas las personas que conoció en el pasado. Lo que Arthur sufría era el síndrome de Capgras, uno de los más raros y pintorescos que conoce la neurología. Aunque este síndrome puede deberse a estados psicóticos, más de un tercio de los casos documentados de este síndrome están relacionados con lesiones traumáticas en el cerebro. Esto hace pensar que el síndrome tiene una base orgánica, pero ya que la mayoría de los pacientes lo desarrollan espontáneamente se les suele poner en manos de psiquiatras, los que les atribuyen una explicación freudiana.

Esta explicación freudiana dice que todos de niños sentimos una atracción sexual pos nuestros padres. Aunque estos sentimientos totalmente prohibidos quedan totalmente reprimidos en la edad adulta, un golpe en la cabeza puede liberar la sexualidad reprimida hacia el padre o la madre, que emerge con fuerza a la superficie. De pronto el paciente siente una inexplicable atracción sexual por sus padres, entonces se sienten extrañados, preguntándose que cómo es posible que puedan sentirse atraídos o bien por el padre o bien por la madre, y la única solución lógica que encuentran es autoconvencerse de que esa mujer u hombre no es realmente su madre o su padre, sino un impostor que se hace pasar por ellos y por eso te puedes sentir atraído sexualmente hacia ellos.

Esta es una explicación ingeniosa, pero Ramachandran se encontró una vez con un caso en el que el paciente sufría el síndrome de Capgras pero con su perro, por lo que la hipótesis es incierta. Un enfoque mejor para estudiar el síndrome de Capgras conciste en examinar más atentamente la neuroanatomía, y en concreto las rutas cerebrales relacionadas con la identificación visual y las emociones. Para entender la hipótesis de Ramachandran hay que saber que en un cerebro normal, las zonas encargadas de renocer caras retransmiten información al sistema límbico, situado en las profundidades del centro  del cerebro, que generan respuestas emocionales a rostros particulares. Cuando miramos a la cara, la corteza temporal reconoce la imagen y transmite la información de la amígdala para discernir el significado emocional de ese rostro. También debemos de saber que Arthur fue sometido a varios experimentos para comprobar que no tenía dañada su capacidad de reconocer caras ni su capacidad de experimentar emociones, pero sin embargo, sí tenía dañada la capacidad de conectar las dos cosas. Podemos pensar que es posible que Arthur todavía conserve completamente normal la ruta del reconocimiento, y por eso podía identificar a personas conocidas en el pasado, pero  la zona de reconocer caras y su amígdala habían quedado dañadas selectivamente. De ser así, Arthur reconocería a sus padres pero no experimentaría ninguna emoción al mirar sus rostros. Al ver a a sus padres, Arthur esperaba sentir alguna emoción afectiva, pero al tener dañadas las zonas anteriormente dichas, no siente ninguna emoción, lo que le lleva a suponer que aquellas personas no eran sus padres, sino unos impostores, y por eso no sentía nada al verlos. En cuanto al comportamiento de Arthur al hablar por teléfono (tratar a sus padres como si fueran realmente ellos y no impostores) se podría explicar mediante la existencia de una ruta diferente que va desde la corteza auditiva de los lóbulos temporales hasta las amígdalas,  esta ruta podría no haber quedado afectada por el accidente. De esta manera, podríamos explicar el síndrome de Arthur.

Pero, ¿qué ocurre con las personas que nacen con una enfermedad que provoca calcificación y atrofia de las amígdalas en una operación o un accidente? Una posible respuesta es que estos pacientes sufren un emobotamiento general de todas sus respuestas emocionales, y, por tanto, no tienen un criterio básico para comparar. Esta idea nos enseña un importante principio de las funciones cerebrales: que todas nuestras percepciones se basan en comparaciones, y no en valores absolutos.

Resumiendo, podíamos decir que el síndrome de Capgras está povocado por la interrupción de la conexión entre la capacidad de reconocer caras y la  capacidad de experimentar emociones, lo que le hace al paciente buscar una explicación para entender el por qué de ese cambio afectivo ante una persona determinada. Sin embargo, las personas que nacen con estas zonas ya afectadas no sufren este síndrome, ya que no sufren una interrupción en estas zonas, sino que simplemente nunca las han experimentado y no ecuentran cambios, por lo que no tienen la necesidad de buscar ninguna explicación.

EL SECRETO DE SER UN DALAI LAMA

Imagínense un mundo donde todos sus habitantes sean comprensivos, tengan empatía,se preocupen por los demás, comprensivos, solidarios, pacíficos… La violencia desaparecería, no habría más guerras, ni peleas, ni  celos, envidia, los habitantes se ayudarían mutuamente en épocas de crisis, por lo que sería más fácil sobrellevarlo. ¿Se lo imaginan? ¿Quién no ha soñado nunca con vivir en un mundo así? ¿Se imaginan saber el secreto para que todos los habitantes se comportaran como Dali Lama? Dejen de soñar, se ha descubierto.

Los neurocientíficos han constatado que estamos biológicamente preparados para la empatía, para romper las barreras que nos separan de los otros y sentir como ellos. Y aún más, el cerebro humano tiene herramientas para leer las mentes ajenas, y en cierto modo, para predecir el futuro.

Estas delicadas tareas corren a cargo de las denominadas neuronas espejo, rebautizadas por Ramachandra. En este sistemas de espejo se podría encontrar la clave de nuestra condición como seres sociales, de los procesos de aprendizaje, de transtornos tan complejos como el autismo e incluso de la evolución del lenguaje. Estas neuronas espejo se perfilan como un auténtico pozo de sabiduría e incluso hay quienes sugieren que en ellas se encuentran las bases de los sitemas éticos, algunas tradiciones místicas o las cultura.

Aunque aún hay muchas preguntas por contestar en cuanto a la ubicación y distribución de las neuronas espejo en el cerebro sapiens, lo que parece claro es que la base del funcionamiento es la mismo que en los simios. Cuando un individuo ve a alguien coger una pelota, su cerebro la coge también y vive todoe el proceso de lanzarla como si realmente lo estuviera haciendo.  Las neuronas espejo también sirve para explicar aspectos más sutiles del comportamiento como las emociones. Nos ponen en el lugar del otro, la gente tiende a imitar de forma inconsciente los movimientos de los desconocidos porque esta especie de empatía motora facilita considerablemmente las relaciones y la aceptación mutua. Gracias a estas neuronas espejo podemos explicar procesos como la educación, la cultura, las tradciones, el autismo…

Resumiendo podríamos decir que los homo sapiens sapiens poseemos una serie de neuronas en nuestro cerrebro denominadas neuronas espejo que son las reponsables de procesos como el aprendizaje, la educación, las tradiciones, la empatía, el autismo… Y que la actividad de estas neuronas varían de un individuo a otro.

¿ES EL AMOR TAN SOLAMENTE QUÍMICA?

Muchas parejas se casan pensando que será el matrimonio de su vida, que serán las personas más felices del mundo durante el resto de sus vidas. Años más tarde, todo ese amor que habían sentido al casarse desaparece, y aunque se conozcan desde años se sienten extraños compartiendo su propia casa. Y se preguntan qué es lo que ha pasado, qué es lo que ha cambiado, por qué ya no sienten lo que sentían antes. Estas preguntas nos las hemos hecho todos y cada uno de nosotros, y lo volveremos a hacer más de una vez a lo largo de nuestras vidas.

Estas preguntas han llegado a interesar a científicos como la antropóloga Helen Fisher, y ha realizado experimentos de imagen cerebral para defender una definición tripartita del amor. Primero el impulso sexual indiscriminado, una fuerza autónoma que desata la búsqueda de pareja en cualquier acepción del término; luego la atracción sexual selectiva; y por último, el lazo afectivo de larga duración. Son tres procesos cerebrales distintos pero interconectados.

El impulso sexual está regulado por la testosterona en los hombres y por los estrógenos en las mujeres. Los hombres con más testosterona en la sangre tienden a practicar más sexo, pero también las mujeres suelen sentir más deseo sexual alrededor del periodo de ovulación.

La segunda fase es el amor romántico. En la mayoría de las especies el ritual de elección de pareja dura unos minutos u horas, como mucho días o semanas, sin embargo, en los humanos, esta etapa dura de 12 a 18 meses. Esto es debido a un alto nivel de dopamina en los circuitos del placer del cerebro. La dopamina es una hormona que nos proporciona placer cerebral ,y esta es la que hace que las parejas sigan juntas durante esta etapa de su vida, ya que estar juntos les produce dopamina y la dopamina placer cerebral.

La fidelidad está relacionada con la vasopremina, que es una hormona capaz de alterar el comportamiento, pero necesita acloparse a un receptor situado en las neuronas para ejercer sus efectos. Los científicos empezaron a analizar este gen en los humanos, añadiendo en sus investigaciones otro gen similar que tiene también la capacidad para evolucionar muy rápido, el del receptor de la oxitocina. Estos dos genes están relacionados con la vasopresina y la oxitocina, dos hormonas que producen placer cerebral. Cuando estas hormonas se liberan, el individuo asocia el placer al individuo con el que está manteniendo la relación, con lo que se consigue que los individuos sean fieles, ya que al estar juntos se liberan estas dos hormonas que les produce el placer cerebral.

Podríamos resumir diciendo que el amor es tan solo un conjunto de reacciones químicas producidas por unas hormonas que le proporcionan a nuestro cerebro un placer cerebral, el individuo asocia este placer al otro individuo y de aquí surge la fidelidad que los mantendrá unidos durante años.


BEBÉS ¿CULTOS?

¿A qué edad aprendió su hijo a leer? ¿Cuándo comenzó a hablar? ¿Qué estímulos recibió de su parte? ¿Fue a la guardería? ¿Le sirvió para algo? ¿Sabe contar con facilidad? ¿Cuesta entender a su hijo? ¿Se expresa con facilidad? Hace un tiempo leí en una revista que los bebés nacen sabiendo hablar, pero que no hablan porque no sienten la necesidad. Imagínese un mundo donde los infantes nacen habando, ¿se los imaginan diciendo este agua está fría?, ¿tengo miedo?, ¿mami, me duele la barriga?, ¿quiero leche?, ¿tengo ganas de vomitar?. Seguramente, esto sería el paraíso para las figuras paternas, los llantos indescifrables que nos mantienen en vela durante horas  serían innecesarios, no necesitarían llorar para avisarnos de que algo les pasa, sólo bastaría con que nos lo comunicasen verbalmente. Pero esto es algo muy distante de la realidad. Lo cierto es que muchos niños no hablan hasta edades más o menos tardías, a los tres comienzan a «leer» y «contar», tardando tres años para chapurrear unas letras mal nombradas y contar hasta 15 saltándose algunos números, pero, ¿es esto normal?, ¿o acaso somos nosotros que no sabemos potenciar la capacidad de nuestras hijos?

A esas edades, los bebés están en su mejor etapa de desarrollo cerebral, el cerebro comienza a asentar las bases que vivirán con el individuo para los restos. Un buen estimulante es la literatura infantil. En contra de lo que muchos opinan, la literatura infantil no debe de usar un lenguaje básico, no se le debe educar a que «tete» en lugar de «chupete» es una opción válida para hablar, eso sólo empobrecerá su lenguaje. Se pueden encontrar con situaciones y frases que aún no comprenden, eso le creará retos y le fomentará la imaginación.

Otros estimulantes son la música y el teatro. De hecho, la música es imprescindible para su desarrollo motriz, sensorial, auditivo e intelectual. Si este estímulo lo comparten con sus progenitores será una actividad más interactiva, los estímulos serán mayores, y por tanto, la respuesta más rica.

Concluyendo, he de recalcar que este aprendizaje debe de ser divertido, si pretendemos que un niño de un año se siente delante de una pizarra y comience a repetir «Esto es A, venga dilo, A», podemos esperar sentados porque posiblemente no aprenda nada. Si el aprendizaje es aburrido el infante desconectará, ya que, sobre todo en estas edades, lo que importa es que llame la atención y sea divertido. Por lo que propongo que si nuestra intención es que nuestro hijo aprenda el abecedario, los números o cualquier otra cosa se lo propongamos como un juego divertido y llamativo que le haga aprender «sin darse cuenta», como se suele decir.